Incidimos de nuevo en el controvertido tema de los cigarrillos electrónicos, reproducimos a continuación las declaraciones de Rodrigo Córdoba García, profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad de Zaragoza, realizadas al periódico El País para este artículo.
"La idea de utilizar nicotina para dejar de fumar no es nueva. En los
años 70 los marinos de la flota noruega de submarinos empezaron a usarla
en forma de chicles para evitar el mono. El e-cig se presenta a menudo
como solución para dejar el pitillo. Se insiste en que ayuda a dejar de
fumar y sus vapores son inocuos. Ambas cosas son medias verdades, lo que
puede ser peor que las mentiras. Los estudios sobre su eficacia para
dejar de fumar son débiles e inconsistentes. La mitad de los usuarios
resulta que sigue fumando cigarrillos y del resto, la mayoría recae al
suspender el e-cig.
No se puede negar que para usuarios individuales puede ser una ayuda
eficaz, siempre que después de un tiempo prudencial (al segundo o tercer
mes) se abandone también el consumo de nicotina. La clave es romper la
adicción a la nicotina, no cambiar la forma de consumo. Es cierto que el
e-cig es mucho menos tóxico que el cigarrillo pero eso no le eleva a la
categoría de producto bondadoso.
La inhalación es la clave del poder adictivo de una sustancia. La
forma más adictiva de nicotina es la inhalada. Los chicles y los parches
son más limpios y menos adictivos. Por otra parte, los vapores del
e-cig contienen vapor de agua pero también partículas de nicotina,
glicerol, propilenglicol, cromo, níquel... que a corto plazo son tóxicos
para el sistema respiratorio de niños y enfermos y a la larga son
carcinógenos. En un local cerrado, la contaminación por partículas finas
liberadas por e-cigs es similar a los días más contaminados en Madrid.
Los médicos no hacemos juicio moral sobre su uso recreativo y privado en
adultos pero no recomendamos su uso terapéutico ni en espacios
públicos."
Rodrigo Córdoba García, profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad de Zaragoza